“Hay una
vieja palabra sánscrita, lila, que significa juego. Es más rica que
nuestra palabra: significa "juego divino", el juego de la creación,
el plegarse y desplegarse del cosmos. Lila, libre y profundo, es a la vez el
deleite y el goce de este momento, y el juego de Dios. También significa amor.
Lila puede ser la cosa más simple del mundo: espontáneo, infantil, ingenuo.
Pero a medida que crecemos y experimentamos las complejidades de la vida, puede
también ser el logro más difícil y arduo de obtener imaginable, y cuando
fructifica es como si llegáramos a nuestro verdadero ser. “free Play, la
improvisación en la vida y el arte. Nachmanovitch, Stephen
Se
suele decir, que el teatro es juego, invocar esta esencia como una regla
poderosa que soporta absolutamente todo, se hace el cómo si, andar por un rato
a un estado fuera del tiempo, ahora ¿Qué pasa cuando la estructura de la obra
es el juego?
Elpartidito, un delirio patronal, propone volverse por un rato, espectadores, espectadoras,
pero también miembros de la hinchada en ese cruce de empleades contra patrones
que se arma en un picado organizado por la empresa.
El
espacio no está simulado, ni recreado es la pura y absoluta tangible realidad
una cancha de futbol 5 en el club Estrella de Maldonado, sin dudas la
experiencia tiene mucho de búsqueda que acierta, pero también falla casi en los
mismos sitios.
El
soporte teatral desde hace un tiempo, se desnuda a sí mismo, se expone y se
prueba, en estas formas en las que tiene que competir injustamente con velocidades diferentes y experiencias diversas pobladas de múltiples
provocaciones a los sentidos, el teatro busca de alguna forma volver a lo
esencial, ahí sabe que no puede y no hay manera de perder, en el contacto con
les actores, con los cuerpos y las cuerpas, con las voces agitadas y con el ritmo
que no acepta el botón para atrasar o adelantar.
La
puesta que lleva adelante Tamara Dawidowicz, desnuda de luces, de apagones, de
marcas que privilegien de manera artificial, la intervención de les
personajes, pone en evidencia, la fuerza impecable de la quietud y del
movimiento en esos dos principios es posible pensar esta puesta en escena y
esta obra en general.
Lo
que está detenido la vida de les empleades del centro de atención
telefónica de una asegurada , que sufren la ruptura abrupta de la rutina cuando uno de ellos, toma una drástica decisión,
sin embargo, el efecto se difuminan, termina por no llegar a ninguna parte y
esta es quizás uno de los desafíos de este tipo de dramaturgias que las líneas
que se abren no sean devoradas por el andamiaje de puesta, por el poder que
tiene el juego.
Para
destacar el despliegue de voz que realiza Cristian Bernal Niño, quien hace un
trabajo destacable también en Tan ruda, su personaje canta con la nostalgia inmigrante, no sólo de quién emigra de lugar sino también de esa nostalgia de la vida toda que se pierde en los horarios de trabajo.
Si
la apuesta de quiénes investigan el soporte es devolverle la pelota a quiénes
juegan en la cancha, la puesta lo consigue, es muy difícil distinguir dónde
empieza la dramaturgia de la obra y dónde la que construyen les actores en ese
presente. En eso acierta, en ese
movimiento y su estatismo, en los relatos que interfieren el juego, desacierta
en las situaciones que no alcanzan a crecer porque el poder del juego se las
traga. En las líneas dobles que permite asistir al relato de esas vidas que están estáticas y confinadas a 15 speechs.
La
obra propone dos maneras de mirar, la de mirar teatro y la de mirar el
picadito, cuando una decae la otra reluce y eso demuestra un enorme trabajo y
una precisión admirable.
¿Soporta
el teatro este cruce? Si, con creces, nos entrega relato, una experiencia y en
definitiva el teatro es necesariamente eso una experiencia.
En
palabras de Nachmanovitch, Lila, puro encuentro con el juego y desde el
juego a ese estado de plenitud que se persigue en cada puesta.
La
obra va los domingos
“Una jornada deportiva, un encuentro
motivacional, un evento energético que revoluciona los cuerpos para fortalecer
el sentido de esta familia de empleados y patrones: vender seguros. Es una
inteligente jugada del departamento de capital humano para lograr mejorar las
cifras actuales y maquillar los conflictos latentes.
Lo de Méndez García pasó, quieren que
lo olvidemos, pero no lo van a lograr - dice Aldana, una joven vendedora de
productos intangibles que intuitivamente, y quizás sin dimensionarlo del todo,
comienza a organizar un boicot a esta fantochada empresarial.”
Ficha técnico artística
Cristian Bernal Niño, Magdalena Brignolo, Jesús Caraballo, Pablo Ferreyra, Nayla Golvas, Martina Kobrinsky, Victoria Reyes Benz, Brenda Taubin, Eduardo Yañez, Verónica Zelwianski
Información y fotos obtenidas desde http://www.alternativateatral.com/obra64991-el-partidito-un-delirio-patronal
Reservas por Alternativa teatral
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