Dice Peter Broock
“el teatro no tiene categorías. El teatro se trata de la vida. Este es
el único punto de partida y no hay ninguna otra cosa que sea verdaderamente
fundamental. El teatro es la vida. Al mismo tiempo, no se puede decir que no
haya diferencias entre la vida y el teatro. En 1968, había gente que, cansada
de tanto "teatro muerto", y por razones muy válidas, insistía en que
"la vida es un teatro", y por lo tanto no había ninguna necesidad del
arte, del artificio, de las estructuras... "El teatro se hace en todas
partes, el teatro nos rodea", decían. "Cada uno de nosotros es un
actor, podemos hacer cualquier cosa frente a cualquiera. Todo es el
teatro". Broock, Peter La puerta
abierta.
Puedo volver a perderme, es la historia de un tipo común, de
una vida que se desarrolla como la de cualquiera y la de su relación con el espacio,
el pasado, los recuerdos, la familia.
Ese laberinto entre la realidad y la ficción, lo que se espera, se exige y lo que en verdad se consigue.
Trazan entre les interpretes el relato de un instante, de
una decisión o de las decisiones.
¿Qué historias cuentan las personas comunes? Las del fracaso
entre las expectativas que se imponen sobre las personas y el fracaso, la forma
de la mutación del amor que lleva a las rupturas y la tensión de los sujetos
con el contexto que les forma.
Para esto las elecciones son precisas, en un espacio semi
vacío las estructuras metálicas transportan, separan, encierran funcionan como
una carnada poética que nos remite a los metales, las cárceles, la dureza helada de lo tangible, pero también eleva y
distancia.
Quizás la decisión de puesta más controversial sea el uso de
la cámara, esa intromisión de la tecnología que por momento hace perder la fe
en el soporte que de por si es poderoso.
Sin embargo, después del impacto, la alerta es más que
importante, lo que perdemos de contar con las pequeñas historias se capta en
otros formatos y esos formatos dialogan con nuestro cotidiano.
Las actuaciones tienen ese equilibrio realmente poderoso,
una hermosa perla es ver la escena de Juan López Baio y Marcos Riba una escenita
digna de Cronomberg construida sólo con la presencia de los actores.
Baio ya había captado la atención dirigido por Macarena Trigo ,
en Acá el tiempo es otra cosa, construye
la melancolía de un personaje dispuesto a no pensar en nada de su pasado. Que
es pura presencia corporal, pura complicada simpleza.
Acompañado por Vanessa Madia que tiene momento de muchísima brillantez.
Sin duda la presencia más reveladora es la de esa diva clave
con que se sueña y a quién se quiere ver y tocar. Una presencia impactante en
su bata roja, con su maquillaje y su sensualidad.
En definitiva, Puedo
volver a perderme es una experiencia de expectación, para ver más de una
vez.
Las preguntas que motivan este espacio son varias ¿Qué es el
teatro? ¿Cómo se encara una producción hoy por hoy?
Si el teatro es la vida, ¿Cuál vida? ¿La de quién y en qué
momento de su vida?
La respuesta parece ser dada por la experiencia misma, de
ver y de hacer teatro, pero también la aprender a recortar aquello que se quiere
contar.
Queda pendiente pensar ¿Cómo se encara una producción hoy
por hoy?
La respuesta quizás la dan también, elles quienes al final
en ese transcurso después del apagón enuncian las razones por las que
consideran esa puesta como un gesto político en medio de la crisis.
"Esta III Compañía de Graduadxs del Departamento de Artes Dramáticas de la UNA se gesta en una situación de emergencia universitaria a nivel nacional. En un marco donde el presupuesto para las universidades resulta insuficiente, la existencia de esta compañía es un gesto político e ideológico. Seguir insistiendo en crear en conjunto es una forma de resistir no solo a la coyuntura local, sino además a los nuevos paradigmas sociales. Hemos elegido reunirnos, ensayar, debatir ideas en forma horizontal, depender de nuestro deseo, hacer pruebas, accionar en pos de lo que creemos más vital: la potencia del encuentro con el otro."
La advertencia es que la nostalgia de la obra llega después
como la borrachera de un buen vino, llega en la soledad, en el momento de masticar
la experiencia y eso es un logro de la puesta, porque sólo después es posible
hacer un acto inesperado.
Diseño de vestuario y asesoramiento escenográfico: Emilia Pérez Quinteros
Asistencia de vestuario: Uriel Cistaro
Diseño espacial: Gonzalo Facundo López
Realización escenográfica: Emilio Muños
Diseño de iluminación: Verónica Lanza
Diseño sonoro y música original: Victoria Gandini
Entrenamiento físico: Rodolfo Opazo
Asesoramiento vocal: Eugenia Jolly
Fotos y video: Antonio Barrenetxea
Dramaturgia: Mariano Clemente en colaboración con Micaela Picarelli, Gonzalo Facundo López, Juan Manuel López Baio, Julieta Koop, Vanesa Madia, Lalo Moro, Carla Pessolano y Marcos Ribas
Directora asistente: Micaela Picarelli
Dirección: Gonzalo Facundo López
La
Las fotos fueron cedidas gentilmente por miembros de la compañía.